viernes, 11 de noviembre de 2011

Infelicidad arábiga

Primer efecto importante: el petróleo hace que se inviertan los equilibrios entre las sociedades árabes de los países del Mashrek, así como dentro de cada una de ellas. La riqueza de los reinos y de los pequeños emiratos de la península Arábiga, explotó literalmente a inicios de la década de los 70, bajo el efecto de la cuadruplicación del precio del petróleo. El poder político, económico y cultural, concentrado hasta entonces en los países de viejas civilizaciones urbanas como Egipto, Iraq o Siria, pasa así a los Estados de base beduina recientemente constituidos en la península durante el siglo XX. Como consecuencia, estos adquieren con su nueva riqueza importantes medios de influencia política, social y religiosa.


En segundo lugar, asistimos a la exportación masiva de un islam puritano, proveniente principalmente de Arabia Saudí, que ha minado las diferentes tendencias del reformismo musulman suní del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. Se borran así en parte los elementos de laicidad que se desarrollaban en la región para ceder el lugar a un conformismo islámico, como es el caso del wahhabismo entre los suníes.

Tercer fenómeno negativo para el futuro de la región: esta, recién entrada en el mundo de la modernidad productiva, ha vuelto a caer en una nueva forma económica "rentista", basada exclusivamente en el intercambio de materias primas por productos industrializados y en la alta fiscalidad sobre las exportaciones de energía, distribuida de manera injusta e improductiva. Es sobrecogedor el contraste con los países del sudeste asiático que, sin recursos energéticos o sin materias primas de base, están obligados (para sobrevivir) a inspirarse en el modelo japonés para entrar en el mundo de la innovación y en la competitividad industrial.

La multiplicación del número de emigrantes árabes que los países de la península atraen, del trabajador no cualificado al ejecutivo bancario o de alta gestión, facilita esta evolución. Huyen de la miseria y del desempleo de su país, pero, una vez vuelven a sus hogares, reproducen la cultura puritana y los hábitos de consumo que adquirieron durante su estancia. En el caso de algunos países exportadores de mano de obra, pero sobre todo de cerebros de técnicos cualificados, asistimos a la desaparición de gran parte de las élites locales y de la clase media. Esto constituye una importante pérdida económica y facilita la continuidad de formas autoritarias y autocráticas de poder.

Resulta triste contrastar que los países árabes dotados de recursos petroleros son de nuevo tan pobres (si no más) como lo eran en el año 1970: tal es el caso de Argelia, Libia e Iraq, pero asimismo el de los países dotados de recursos energéticos en cantidades moderadas, como Egipto, Sudán, Yemen y Siria. Los otros grandes exportadores de petróleo de la península se reagrupan en un club de los ricos, el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que prospera bajo la influencia militar estadounidense y no impide los conflictos interárabes, numerosos desde el advenimiento del petróleo.

Qué lástima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario